La bitácora del viajero

En septiembre de 2008 Isabel Cecilia González Molina pasó un mes en Brooklyn y escribió sus experiencias.

Hola todos,

Finalmente he llegado y es todo tan curioso, el apartamento está bien porque es todo nuevo ya que Emma, la casera inglesa compró el pequeño edificio, lo tumbó y lo remodeló por completo. Lo curioso es Brooklyn, voy a explicárselos, Brooklyn es un sitio indefinido, un edificio bueno al lado de uno desahuciado, un restaurante francés entre tiendas de Delis que no tienen mucho para vender, se ven vacías…Les suena a Caracas, les suena conocido…Estas calles me han hecho palpar lo terrible de la crisis, amigos, la crisis es real no la inventó Obama para ganar las elecciones, la crisis se asoma, se refleja en esas propiedades que quizás tuvieron valor y hoy van quedando sin terminar. Como buena inglesa estamos llenos de british, muy cordiales todos porque los ingleses siempre aprecian que haya estudiado allá. Lo que no imaginaba era que Emma estuviese casada con un profesor negro y viviese en un barrio negro. Ella me explicaba lo difícil que ha sido para ella criar a sus hijos, lo difícil que es en realidad un matrimonio mixto en esta sociedad, lo que cuesta que los demás entiendan que se es de dos mundos, en ocasiones opuestos.

Llegué a las 4 de la tarde y el colegio finalizaba, los niños corrían y se subían en sus autobuses, todos absolutamente negros. Entonces comprendí que en Venezuela no estamos tan separados, para no decir segregados, allá todos juntos y revueltos.

También comprendí que yo tampoco me relaciono mucho con gente de color. Caminaba por la calle mientras me miraban y yo los miraba, de reojito porque uno se siente amenazado, seamos sinceros les tenemos miedo y es que existe un prototipo, tenemos prejuicios. Eso sentía mientras caminaba Bedford st. hacia el puente de Williamsburg, cuando a medida en que bajaba las calles los rostros cambiaron, calle por calle se fue poblando de judíos, todos iguales. Los hombres con sombrero y con unos trajes negros que se asemejan a los abrigos de invierno largos, las mujeres con unos gorros parecidos a los gorros de baño de los ochenta y todas con faldas y camisas manga largas. Los niños con los pantalones hasta arriba, las niñas con faldas largas. Todas las calles se llenaron de cientos de ellos. Entonces descubrí que todos me miraban a mí como los miraba yo a ellos.  

Iba a entrar en una pastelería y me detuve al leer un letrero en la puerta que no se podía acceder con camisa de manga corta. “No es un problema de color”, reflexioné. Lo que nos separa es mucho más profundo, ¿la cultura? No,no, es sólo la cultura, sucede que nos agrupamos de una manera excluyente, nosotros versus ellos, la multitud del nosotros contra los que sean diferentes y la diferencia puede ser cualquier cosa, como allí, la única mujer en pantalones y con una franela verde, allí era la extraña, la intrusa.

No todos los judíos son ricos, aunque en Caracas estemos convencidos de que sí, muchos viven en pequeños apartamentos y tienen pequeñas tiendas que colocan a la entrada un signo “we accept food stamp”. Lo que más me impresionó fueron los niños porque salen solos a las calles, juegan en las esquinas con triciclos y bicicletas, otros se suben a los balcones de sus apartamentos que han sido totalmente cubiertos de barrotes, como auténticas jaulas, juegan presos de esta vida moderna.

Hoy me encontré otra clase de muro, tácito, sin ladrillos. Entendí un poquito el porqué nos resulta tan difícil cruzar la calle y hablar con el otro, entendí que es probable que al otro aún hablándole no lo logremos entender, como me sucedió con los viejita negra cuyo inglés no comprendí o con los judíos cuyas cuadras son en hebreo y quizás me suceda con los chinos cuando visite el barrio chino o con los italianos en la pequeña italia o con los puertorriqueños en el Bronx. 

Dicen que vivir en Nueva York es conocer al mundo, yo digo que pasearse por estos lados nos muestra las murallas del mundo, lo cerca y a la vez lo lejos que estamos los unos de los otros y lo mucho que debemos hacer para cambiar las cosas, para no tenernos miedo. No basta que los Estados decreten la igualdad, si los ciudadanos no nos acercamos los unos a los otros y nos damos una oportunidad para conocernos.

Ahora entiendo la razón por la cual la Sra. Roosevelt escogió New York para la ONU, basta pasearse en sus calles con los ojos abiertos…  

Finalmente cruce el puente Williamburg caminado y a las 5 y media de la tarde corone Manhatan. Ya les contaré en la próxima entrega…

Día 2.

De a poquito convertimos el territorio desconocido en nuestro territorio. Ayer tanta distancia, hoy, me han maravillado los hijos de Emma: Kafe y Sal, así se llaman, como si los hubiese inventado, como si fuesen de un cuento infantil. Siete y cinco años, tan educados, me saludan apenas me ven llegar y me hacen reír. Emma se preocupa mucho por mí, está siempre pendiente de que me vaya bien, se la pasa dándome instrucciones para que no me pierda y yo le sigo la corriente porque todos esos metros y autobuses me parecen complicados, pero tendré que aprender. Mañana lo intentaré, hoy apenas me acerqué a la estación, ya la ubiqué y la public library a dos cuadras, el sitio para escribir…Hoy me recordaba de Uslar Pietri, cuando escribía sobre la ciudad de Nueva York, la angustia que debió sentir, sin boleto de retorno, mientras la ciudad crujía como una fiera de asfalto, semáforos y autos, cómo extrañaría Caracas, la Caracas de entonces…Y pensaba en tantos amigos que he tenido que despedir últimamente.

Mis ojos se han saturado, como si durante el día me hubiesen salpicado de locura, autentica locura.He caminado, caminado hasta perder el número de calles, he caminado de Brooklyn a Union Square y he regresado…he tratado de oler, para contarles a que huele este lugar del mundo y los olores se han mezclado, buenos y malos, de pronto a asfalto porque están arreglando las calles con enormes aplanadoras, de pronto a repollo, de pronto a won ton, de pronto a incienso, de pronto a curry, de pronto a cilantro, así de pronto, apenas se cruza una esquina, una venta de kebbas, un perro calientero, una de pollo frito, Nueva York huele de pronto.

He cruzado un puente enorme, por un paso que compartimos los peatones y los ciclistas, justo encima de los rieles del metro, la vista es espectacular,el Empire State,el edificio Chrysler, el edificio de la ONU, nadie se fija en el contraste del río y la ciudad, la mayoría cruza indiferente, apurado, luego me entretengo viendo la enorme estructura de metal gris por la que paso, llena de pararayos, manchada con graffities sin sentido o llenos de ira, porque las ciudades modernas están cubiertas de la ira de quienes sufren en ellas. Hay pobres, indigentes, lisiados, enfermos, borrachos…Hay quienes se pasan el día mirando desde los peldaños de las escaleras, hay quienes corren llevando mercancías, los que trabajan de mensajeros, los que venden ambulantes, los que van en limosina, los que entran y salen de las iglesias, las sinagogas y las mezquitas…Hay tanto, cada quien a su manera, desafiante, como si le dijese a los otros: “así soy y qué?”

Me he pillado la conversación de un grupo de muchachos, aparentes asiduos de Union square, hablan gritando sobre sus aventuras amorosas, la muchacha sentada en un rincón conversa por el celullar y es la jefe de todos ellos, los domina con la mirada, en eso pasa una profesora con sus alumnos que han salido de paseo escolar a ver las estatuas, llevan hojas para anotar y se mantienen en línea, dos franceses se sientan a mi lado y me conversan, espantó las palomas, llegan ardillitas, en un banco en la esquina un joven se ha quedado dormido con un pastel en la mano, otro murmura y alguien canta.

Encontré una calle en la que sólo venden botellitas para el crack, de todos los colores y tamaños…Otra en la que se hacen tatuajes…Otra en la que venden artículos para montar un restaurant…Otra de antigüedades…Y me sorprende tanto desorden, las cosas parecen empotrarse dentro de las tiendas, como si nadie llevase un inventario o todas las tiendas fueran un bazar. Es como si todos supiesen en donde están todas las cosas, en algún lugar, al igual que en la ciudad…

Día 3

Y sin poder evitarlo, me voy enamorando de aquí…He descubierto que este edificio está situado en la frontera, la frontera invisible entre dos mundos, de un lado Africa, del otro Estados Unidos y hablo de Africa porque así lo ponen los anuncios de las tiendas, así se presentan, así nos recuerdan de donde vinieron, el peso profundo de la esclavitud, esa que se perpetúa en los genes, que arrastra sus calles, su vecindario casi en ruinas, sus delis medio vacíos, sus barberías antiguas, sus pocas tiendas. A mi izquierda, el mundo espera, espera que le cambie la suerte. A la derecha, casualidad, a la derecha las calles dan un giro y aparece el primer supermecado, lleno de víveres, de productos, esa nevera enorme que en nuestra mente imaginamos al hablar de los Estados Unidos, papitas de todos los sabores, refrescos de todos los sabores, cartones de leche de todos los tamaños y así va…

Estoy en medio de la frontera de dos mundos,  entiendo a Emma cuando me pregunta a qué grupo pertenecen sus hijos, son negros o son blancos, son él o son ella. Me cuenta que  lo más difícil son las salidas porque en sus grupos de pronto es la única blanca entre los negros y en otras ocasiones su esposo es el negro entre los blancos. Será por eso que compró este edificio justo en la frontera, para poder asomarse aquí y allá, a sabiendas que no pertenece a ninguno.

Soy una turista escritora, observo a mi alrededor tratando de guardarlo todo, sin cámara para captar las imágenes escribo lo que veo, lo que siento, con la única tarea del testimonio, el otoño 09, cuando apenas empieza a sentirse el frío, en palabras de María Eugenia desde París, que se asoma con pena como si le diese vergüenza.

Hoy mucho sol, se me quemó la cara, especialmente los labios, había una luz que lo iluminaba todo hasta impregnarle belleza. Fue un día hermoso. Descubrí el Brooklyn de los cafés, los parques y el río. Un downtown americano, con aire de entonces, de cuando las ciudades se construían con ladrillos, edificios solemnes, cornisas góticas, columnas griegas.

Cruce otro puente, que maravillosa isla es Manhatan a la que se puede entrar de tantas maneras, caminé por el Brooklyn bridge, espectacular, desde 1883 nos enmudece pasar por él, qué sensación y justo en el medio una placa dedicada a la mujer del arquitecto, a la mujer que se dedicó a cuidar del sueño de su padre y de su marido ambos los pilares de esa empresa titánica, a su devoción de hija y de esposa, “ porque detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer” , así lo pusieron.

Pensé en Adriana, quien después del accidente no recuerda ni siquiera como es el amor y en las clases no hace más que preguntarme, la recordaba porque por ese punto entran los corredores del  maratón y ella fue la primera venezolana en culminarlo.

Adriana caminaremos juntas el Brooklyn bridge y nos haremos de nuevas memorias, el amor ocurrirá un día y sabrás de nuevo lo que se siente, amaremos de vuelta, porque a mí también se me ha olvidado lo que se siente cuando el universo gira para un encuentro. Corriste el maratón, culminaste el maratón, lo demás no importa. Es lo que se hace, siempre lo que se hace, porque quizás no vuelvas a subir al Tibet ni a correr el maratón, sin embargo,  tuviste el valor de vivir intensamente y confío en tu fuerza, en tus ganas de futuro , caminaremos el Brooklyn Bridge juntas.

El vacío de las torres aún siente, aunque nadie lo mencione, tan sólo los vendedores de revistas, alzan un título en rojo: “Tragedy”, la gran tragedia de nuestro siglo que recién empieza, el dolor, la tristeza. El chino del restaurant en alto prado perdió a su hija allí y un día ya no pudo más, lo vendió  y se fue de Venezuela. La tragedia se refleja en su historia y en las otras miles de historias, padres, madres, hijos, todos sacrificados sin haber cometido pecado. El nuevo edificio no borrará los cimientos. Nueva York será antes y después…

Al fondo, Battery park, siempre me ha encantado ese parque, chiquito pero lleno de vida, músicos, estatuas vivientes, vendedores ambulantes y muchísimos turistas. Allí se embarca para ir a la estatua de la libertad. Eiffel construyó la mejor pirámide, dos ciudades marcadas por él, París y Nueva York, dos monumentos al hombre, vivo, lleno de pasión e ideales. Desde un banco veía el lugar en donde se juntan el río Hudson y el océano, en el horizonte la estatua enorme, de pronto unos veleros, de pronto la sirena del barco lleno de turistas, los rayos de sol de la tarde menguante flotando sobre las aguas y sin poder evitarlo me estaba enamorando o sería embriagando…Lo hermoso que es vivir aunque seamos tan pasajeros.   

El mayor y el mejor viaje que podemos hacer es el que conduce dentro de nosotros mismos. La mejor compañía que podemos tener somos nosotros mismos. La mejor ciudad la que llenamos de nosotros y  a la que permitimos llenarnos. El momento ideal, ahora, mientras se pueda…

Viajar es un destino, nos cambia, miramos el mundo desde arriba como si fuésemos astronautas, como si fuésemos aventureros genuinos, como si fuésemos otros, aquellos de los que nos olvidamos en medio de tanta rutina y es que uno se apega a lo conocido, a lo familiar, a ese sitio de pertenecía. Somos la rutina, Caracas, mía, tan mía, tan conocida.

Las personas suelen preguntarme cómo es vivir sola, porque en su gran mayoría las personas tienen terror a la soledad, yo les digo que la soledad es el espacio en el cual uno conversa consigo mismo. Estamos solos, desde que nacemos, y a la vez estamos en compañía. Estamos con Dios y a la vez estamos con el silencio de Dios.

Viajar solos es quizás una ventana que da hacia adentro de nosotros mismos, nos hace humildes y temerosos, porque chocamos con las barreras, justo frente al horizonte. El mundo es ancho y ajeno, lleno de multitudes y oportunidades, nosotros chiquitos, uno más entre millones…

Cuando  nos dejamos ir y dejamos a un lado el miedo a extraviarnos, cuando nos atrevemos a pasar los puentes, a sentarnos entre los desconocidos en un parque a comernos una ensalada, a caminar las calles de una ciudad nueva sin alguien a nuestro lado, cuando somos valientes porque nos llenamos de coraje porque sí sentimos miedo, entonces, descubrimos que a la hora del recreo los niños de Brooklyn juegan en el patio de los colegios como lo hacen en Caracas. No somos tan diferentes, ni el imperio es tal imperio, es simplemente un lugar de hombres.

La pobreza material no es el peor mal que nos aqueja, la pobreza material es el síntoma de un mal que nos enferma desde el principio: la pobreza del espíritu. El hombre que se malgasta, el que camina sin marcar huellas, porque a su paso nada deja sólo siembra ruinas.  La pobreza material podremos combatirla mas no lograremos vencerla si no vencemos antes tanta miseria de espíritu.

 

Día 4 

Del “dinner party” al block party…Viernes por la noche y los empleados de Park Av. salen de sus oficinas, vestidos de flux y corbata, miles de zapatos de cuero italiano, apresurados, llenan Grand Central station. Hago una cola enorme para comprar el billete y aprovecho para mirar, el techo es azul, un friso fabuloso con figuras mitológicas, estrellas, el azul claro contrasta con el dorado, es una hermosa estación, grande como la de Waterloo, me la recuerda, aquellos días ingleses en que usaba uniforme, cuando empecé la aventura de recorrer las ciudades. Mis padres me regalaron las oportunidades, me enviaron al mundo, con mucho sacrificio y esfuerzos, confiados en que entonces apenas empezaba la historia.

New York tiene mucho de mi vida, fue la primera gran ciudad que vieron mis ojos, fue Macys, el Empire State, los automáticos de la tía Flor, ella quien no hablaba inglés, no más que “Good morning y su thank you”, ella me enseño a caminar la ciudad. Las avenidas suben y bajan, las calles se atraviesan. Amo a Nueva york es cierto, lo amo quizás porque no vivo en él, no respiro el aire frío del invierno, no corro de una reunión a otra, no padezco, ni sufro, ni me siento sola, amo Nueva york porque no soy de aquí, porque soy de allá, porque llevo el verde y la montaña. Sucede que al amor uno debe conocerlo, verlo desde adentro, cuestionarlo en ocasiones, entenderlo, eso hago.

Ayer acepté una invitación y me fui a Connecticut, ayer me vestí y me arreglé, ayer comí en una mesa muy elegante y hablamos de golf, de Canarias y de Venezuela…Era otra realidad, otra vida y también era hermosa. El tren, los commuters, esos hombres de negocios tan elegantes, revisando sus blackberries, sus laptops, aún pegados a sus trabajos, aún preocupados, de estación en estación se iban relajando, abrían un cerveza, me sonreían. La ciudad a la que iba, Greenwich, lleva el mismo nombre del famoso paralelo, lugar al que visité por barco y en un viejo observatorio descubrí que en donde nace el tiempo se es indiferente al tiempo. Grinwich, así se pronuncía aquí, es una ciudad con un pequeño downtown de pocas tiendas, de grandes casas en medio de árboles como si en un bosque hubiesen sembrado una urbanización. Es un lugar hermoso, tranquilo, aunque ayer estaban horrorizados porque por primera vez habían asaltado a la joyería y el cuento me resultó extraordinario, porque aclararon que allí la joyería no tenía grandes medidas de seguridad y habían forzado la puerta, una simple puerta de madera. Hay lugares así, aunque cada vez queden menos, lugares en los que las bicicletas pueden dormir a la intemperie. De este lado hasta los pipotes de basura quedan encadenados. Los universos paralelos cercanos y lejanos. Ahora que robaron la joyería imagino que alguien ya no duerme, al menos igual a antes, como en Caracas, en donde de a poquito fuimos poniendo rejas hasta encarcelarnos, somos los prisioneros de la ciudad, del miedo que le tenemos a la ciudad.

Greenwich es una ciudad sin barrotes, es un lugar de banqueros porque allí se centran no sé que compañías financieras, es una comunidad próspera, de gente que debió ser muy contenta, ahora se muestran preocupados, me cuentan que la crisis los ha golpeado a ellos especialmente, porque cada día regresa uno que ha sido despedido. Nadie dice que los banqueros y los bancos fueron en gran parte los culpables del problema, nadie habla de sus inversiones en Wall street. La soirée transcurre entre cuentos, chistes y anécdotas. Lo curioso es que son buenas personas, en su mayoría gente de familia, es probable que ese tren se siga llenando de hombres que regresan a casa con su cajita de cartón. ¿Quién tiene entonces la culpa de esta crisis?

En la calle cuando iba a la estación me tropecé con un grupo de alguna iglesia, vestían túnicas muy extrañas, con un triangulo en el medio, sus pancartas sostenían que Jesús había sido negro y que Obama era el demonio, nada cambia o todo cambia para que las cosas sigan igual.

A Estados Unidos le va a costar salirse de esta crisis, uno lo ve en las calles, si se fija se da cuenta de la cantidad de personas que hurgan la basura en búsqueda de latas, la gran cantidad de tiendas que han cerrado en Manhatan, los rostros de la gente y lo escucha en sus conversaciones. Nuevamente es la recesión, el ya no alcanza.

Nueva York se llenará de mandatarios esta semana y me preguntaba si sería interesante ponerme en la calle a verlos pasar, así como se ve en las noticias por el mundo, Isabel con su cartelito, su mensaje come flor, se imaginan, ya me ven en la protestas y es tal cual las marchas de Caracas, un tremendo sin sentido, porque ni el cartel ni la marcha llegan a donde se tiene que llegar, al corazón de los poderosos. Que se paseen mandatarios, que se den una vuelta en sus carros blindados, ojalá tan sólo uno en vez de tanto protócolo inagurase una escuela o nos sorprendiera diciendo que su país de ahora en adelante no comprará ni un cuchillo.

Esas son mis reflexiones de hoy. Ha sido un hermoso día, paseé por la playa y metí los pies en el mar, el agua estaba helada, una regata de veleros a lo lejos. Caminé por Park Avenue, ancha y elegante, atravesé Lexigton y me detuve a contemplar el edificio Chrisler, con sus gárgolas art deco, todo revestido de plateado, mientras una pareja paseaba en un cochecito a sus tres perros, una mujer caminaba apurada delante de mí en tacones y en la pequeña Italia está la feria de St.Genaro en donde venden comida, calamares fritos, mozarela frita, albondigas fritas, empanadas fritas y hasta oreo frito, así es, hacen una masa con las galletas y las fritan, que exageración. Se parecen al cocinero loco de los muppets que todo freía en un sartén. Al final de la calle una feria con su mini rueda de la fortuna y la exhibición del fenómeno de los fenómenos, la niña serpiente, la niña que nació mitad ser humano, mitad serpiente y todo aquello parecía un cuento de García Marquez, pero era en serio y certificado por no sé que organización. Y es como que en Nueva York se hubiesen juntados todos los locos y uno se pregunta como entonces “si triunfas aquí, triunfas en todas partes” o será que los Neoyorquinos saben que el mayor triunfo es lograr sobrevivir en esta ciudad de contrastes. Así pensaba hasta que me di cuenta que en el barrio judío todos se habían recogido, el silencio del sabat, las calles vacías, todos miraban  desde sus balcones jaulas. A pocas cuadras ya estaba en casa, justo a tiempo para unirme al block party, en el que cierran una calle los vecinos, ponen música, bajan comida y bebidas, se comparte, se baila y se conversa custodiados por la policía. En un día, el paisaje cambia y el espíritu se revuelve de colores, sensaciones y olores, eso es estar en NY.       

Día 5

“Am I good for you”…así empezó el padre su sermón. He tenido la suerte de tener una iglesia a una cuadra del apartamento, he llegado justo para la misa y he aprendido mucho de esta comunidad.

Se visten de domingos, las calles hablan, como si dijeran es el día del señor. Los musulmanes usan trajes típicos, los cristianos se acomodan. Las personas me saludan, ya no somos tan extraños, como si se hubiesen pasado la voz, hay una escritora a casa de Emma.

Es domingo y los domingos iba a misa con mi madre, la llevaba al mediodía y de allí nos íbamos juntas a almorzar. Era el día de las dos, hablábamos y nos contábamos. “Hay que tomarse la molestia de darle gracias a Dios”.   

De vez en cuando Dios nos manda un mensajero, nos recuerda, nos señala lo que es realmente importante y hoy me sucedió así. No más entré a la puerta y ya supe que estaba en el lugar correcto, con la gente correcta. La misa fue misa viva, calentaba el alma, lo hermoso de sus cantos, lo alegre, provocaba bailar, algunos lo hacían, porque era una misa muy abierta, el padre se dirigía directamente a su feligresía, los saludaba y ellos le contestaban de vuelta. Tan diferente a las misas de Caracas, en donde uno se va quedando, distrayendo, casi durmiendo. La iglesia entera vibraba y uno vibraba con ellos, un sentimiento de estar transportado. Las lecturas, la primera hablaba de que no había que temer a la persecución, la segunda de que siempre hay que pedirle a Dios y la tercera de que los primeros siempre serán los últimos. Los tres textos se relacionaban conmigo, frente a la persecución valentía, si Dios no nos contesta o no nos da lo que le pedimos es que estamos pidiéndole equivocado y Jesús le dijo a sus discípulos que no fuesen vanidosos, que fuesen como un niño, puro de corazón.

Luego el padre nos habló, nos dijo apasionadamente que todos teníamos que ser buenos líderes para nuestra comunidad, que somos el verdadero cambio, que tenemos que elegir correctamente y enseñar a nuestros hijos a elegir correctamente.

“El camino del hombre justo y recto siempre será difícil, siempre será puesto a prueba, pero cada individuo debe ser fuerte, debe ser integro, debe ser digno”. Luego habló de Martin Luther King,jr. de su lucha. “Hemos avanzado tanto pero aún no estamos allí, tenemos que hacerlo mejor, podemos hacerlo mejor”.

Y pensaba en Caracas, en lo dormidos que estamos, en la poca vida de comunidad que hacemos. Viendo a las personas interactuando como una auténtica comunidad, escuchando al padre lleno de fe, comprendí el gran cambio que se ha sucedido en la sociedad norteamericana, esa unidad, esa fuerza de comunidad, ese deseo de mejorar, esa necesidad de sembrar la esperanza, ese venimos de muy atrás pero queremos ir muy lejos, es lo ha llevado a este país a tener un presidente negro. La comunidad afroamericana no tiene miedo de ser quienes son, no tiene miedo de enfrentarse al reto de construirse, no tiene miedo de cuestionarse. Ellos saben que no han llegado, que les falta mucho por hacer, pero están en la batalla. Eso quisiera para Venezuela, esa fuerza en el mensaje, esa claridad de futuro, ese nos importa, sí nos importa: “todos absolutamente todos nos merecemos más, nos merecemos vivir con dignidad.

Dios me acompañó hoy, el Dios de las mezquitas cuyos cantos escuchó en este momento, el Dios de la iglesia de St.Martín de Porrras, de los judíos en Williamburg, de los masones en Lafayette. En cualquier dirección, Dios nos habla en cualquier dirección y su mensaje es el mismo: nos pide que seamos mejores, que elijamos correctamente, que seamos capaces de cambiar lo que no está bien.

He aprendido de esta comunidad. Antes de finalizar la misa me invitaron a pararme y me preguntaron por mi nombre y me dieron la bienvenida, tan sincero sus aplausos, los ojos se me humedecieron, les debo mi gratitud y respeto. Me han conmovido. Cuando uno cree que los más humildes no tienen que ofrecer uno se sorprende. El amor es el mayor regalo que se puede ofrecer y para ello no se tiene que ser rico.

Me invitaron a almorzar con ellos y allí fui, a un inmenso comedor. Las personas venían y me saludaban, me preguntaban de donde venía, qué hacía, cómo y por qué había llegado a allí.

Una señora me sentó a su lado: “Soy Anne Jefferson, state senator”. Y hablamos de su comunidad y de la mía, de lo mucho que aprendía en este viaje. Entonces me invitó a un desayuno el próximo sábado con otros miembros de la comunidad. Quiero conocer sus escuelas, hablar con sus niños, entender la fuerza que ha revolucionado al mundo sin necesidad de usar las armas. Si una comunidad ha avanzado en la conquista de sus derechos ha sido la afroamericana y eso se debe a la fuerza de sus líderes. “Hace unos años los sacerdotes de color no podían quedarse en los moteles porque no se les recibía” acotó el padre y yo lo entendí porque cuando chica vi como a una niña de color le prohibían entrar a un baño público. Hoy en día el presidente de los Estados Unidos es un hombre de color.

En Venezuela hemos perdido la fe, hemos dejado de creer en nosotros mismos, nos conformamos, somos simples feligreses escuchando la misa, no participamos, no hacemos vida comunitaria. Debemos y podemos hacer más, ya es hora que alguien diga “I am good for you” porque sólo quien es bueno por y para los demás es un verdadero líder.

 

Día 6

Estuve a punto de darme por vencida, porque escribo, escribo y ustedes no me contestan. Yo también quiero saber de sus vidas, que me cuenten de Caracas, los temblores, la vuelta al colegio, las lluvias, el tráfico, el parque. Mientras más recorro el mundo más me encuentro de retorno, los extraño, como quien se sabe incompleto, de otro mundo, como los cronistas reales que relataban sus historias para que en España alguien estuviese pendiente de ellos.

Les escribo una vez más, les escribo porque esta noche me escribió Adriana y me pidió que siguiese escribiendo, que lo hiciese hasta hacer un libro. Yo del libro aún no sé, pero quiero decirles a todos que los quiero. Son mi vida, aquí los llevo.

Debo contarles que tengo mucho tiempo para escribir ya que en esta casa no hay televisión, así es, Emma está en contra de los comerciales, Emma no quiere que sus hijos se dejen llevar por el materialismo, sino que lean, que dibujen, que vean películas y que vayan mucho al parque. Ella hace un gran esfuerzo para pagarles la mejor escuela de la zona y se levanta muy temprano para llevarlos en taxi al colegio. Emma me recuerda a mi madre, a mi hermano y a mi cuñada, a María Eugenia y a Pocho, a Alejandro y a Chana, a Lisette  y a Pastor, a Marysabel, a María Elena, a tanta gente que tiene como prioridad sus hijos y a su familia. La autentica tarea y lo único que se le puede dejar a los más pequeño es el tiempo que uno se ocupa en ellos.

Piensen en ello cuando se sientan cansados, cuando Caracas agobie, piensen en los niños que tenemos que educar, los jóvenes que tenemos que orientar, de a poquito, trabajo de hormiguita.

Hoy regresa Andrés al colegio, empieza el quinto año y me alegró por mi alumno, me alegró haberlo visto crecer, saber que le fue bien en Inglaterra, que aprovechó el verano para estudiar, que su mamá le sugirió se fuese a Hawai a un campamento de surf y que él solito eligió irse a ese colegio.

Hoy me siento muy orgullosa de todos ustedes, de conocerlos, de acompañarnos. Hacemos la diferencia, somos líderes de nosotros mismos, somos valientes, nos importa. Ánimo.

Quiero contarles ahora de este día, soleado, hay una luz impresionista, una luz que ilumina las calles, esas calles que ya no me parecen tan feas, como si de pronto las hubiesen acomodado. Y es que ya no siento tanto miedo, las personas son personas, las saludo y me contestan de vuelta. Umel, mi vecino me habla desde la escalera y me cuenta que se vino de Seattle, porque en New York tenía mayores oportunidades, es bartender y se rebusca haciendo fiestas.

Conocí a James, el esposo de Emma , tiene el pelo rastra, largísimo, es muy amable y cariñoso. Ayer por la noche me bajó un regalo con los niños: una mesa para que coma en el jardín y es que se dieron cuenta que por las noches me salía al jardín, me sentaba en el banco y me comía un sándwich. Los detalles, los detalles son lo mejor de los hombres, estar atentos.

También fue fantástico comprar en Macys porque al contarle a la encargada que esas compras eran el regalo para mis sobrinas, buscaron la manera de darme todas las rebajas posibles, hasta una cliente paso su tarjeta de descuentos. En Caracas siempre decimos que la gente de Nueva York es indiferente, que aquí uno se cae en la calle y allí lo dejan. Cuidado, estoy por creer que decimos eso porque en eso nos hemos ido convirtiendo. Una vez leí una historia tibetana en la cual un viajero de mal corazón entra a un pueblo y a su regreso el sacerdote budista le pregunta que clase de gente encontró en ese lugar a lo que él contesta: “Mucha gente mala” y luego va a ese mismo pueblo otro viajero de buen corazón y a su regreso contesta: “Ese pueblo estaba lleno de mucha gente buena”. ¿Cómo es posible? Se encuentra lo que se lleva en el corazón.

Y no digo con esto que sea buena, eso no me toca decirlo a mí, eso lo sabe Dios, así decía ayer el padre en la misa a su feligresía, cuando les habló de Madoff, un hombre que por ambicioso lo perdió todo: “ no nos toca juzgarlo, esa es tarea de Dios”.

En verdad tengo mucha suerte de encontrar gente buena en mi camino. Espero que siga siendo así.

Esta tarde me paseé por Williamburg, era el día de las gallinas en la comunidad judía, digo que es algo así, porque tenían las calles llenas de jaulas con gallinas, venían las miraban, las seleccionaban, las compraban y se las llevaban a un terreno baldío que hacía de matadero. En Brooklyn, hay bastantes terrenos baldíos, a unos les crece el monte, a otros los han convertido en huertos y se ven tomates, calabazas, patillas. Hay un terreno que convirtieron en un parquecito, le pusieron sillas, de lo más simpático, a ese lugar lo quieren mucho, lo cuidan mucho, es un oasis en pleno corazón del barrio negro.  

Berford avenue debajo del puente se llena de cafés, restaurantes, heladerías, tiendas a lo new age, librerías de libros antiguos y raros. No es una calle elegante, es como una elegancia a medias. Comí en un sitio turco, kebbas y tabaquitos de parra, muy sabrosos, me compré un helado de puro pistacho y me dije esas cosas no las como en Venezuela y sacaba la cuenta y era más barato que en Caracas, así que me di el gustazo completo.

De ese lado hay un sorpresa y estoy seguro que muy pocos la conocen, hay un parque realmente destartalado que tiene la vista más increíble del Empire State, cuando vengan tienen que ir allí, es el lugar perfecto para tomar la foto.

Ayer caminé por debajo del puente Brooklyn, en prospect park, es un parque muy turísticos, la vista es hermosa, el puente, el business district y a lo lejos la estatua de la libertad, del otro lado si uno se voltea bien se llega hasta el edificio de la ONU, que debo reconocer es imponente, porque curiosamente antes no me lo parecía tanto y es que desde la avenida uno no se nota tan majestuoso. En ese lugar vienen los novios a tomarse las fotos vestidos de fiesta, parecido a los viernes por la noche en nuestro vecindario, Colinas de Valle Arriba, a donde pasan los novios y las quinceañeras a fotografiarse con la vista de Caracas como escenario. Lo que me hacía reír era lo exageradamente grande de las limosinas, estoy casi segura que una tenía yacuzzi y todo.

En Dumbo, “Down under the Manhatan bridge”, hay una serie de ventas de comida, venden perros calientes de langosta, pupusas que es el nombre que se le da a las arepas en Salvador, l las rellenan hasta con espinacas y son bien populares. También vendían unos pepinillos largos en un palito de madera, tacos, costillas al barbecue. El lugar emblemático es the Brooklyn Ice Cream Factory, la cola, increíble la cola y todos felices, anticipando esa maravilla de helado de sundae cubierto de hot funge. Seamos sinceros, yo sólo lo vi porque ya no puedo comer esas cosas, para que no se estén preocupados de si finalmente me caí de platanazo por una subida de azúcar. Con más razón les digo y les vuelvo a decir: “Aprovechen, aprovechen, que a nadie le quitan lo bailado”. 

Tengo que contarles algo más, en Nueva York al parecer se puede vender hasta los zapatos usados, la gente monta en cualquier esquina una venta de todo lo que se les pueda ocurrir y a nadie le da pena ponerle precio a las cosas más insólitas, maletas, sillas, baúles, destartalados,  botas, medias, zapatos,totalmente desgastados, chaquetas roídas, botellas viejas, percheros rotos, pinturas elaboradas por niños. Se vende lo que te compren y se compra lo que te vende, tal cual decía mi abuela Felina.

Ya no me van a creer más pero es así, “Venga pa´que lo vea”.

 Día 7

“ I know where she comes from…” Yo sé de donde viene, así empezó la discusión. El día se llenó de Chavez, tropecé con Chavez en Brooklyn, no, no fue que me lo encontré, fue que a las puertas del Cultural Center, la primera pregunta fue “Are you with or against Chavez?”

Quería explicarle a Rick que yo entendía su pasión por Chavez, que se la respetaba, pero también quería que me dejase hablarle de la Venezuela que tenemos. El no quiso oírme, a pesar que Scorpion su amigo me invitó a pasar, “Let´s talk about poetry”. Rick insistía, “the thing is that I know where she comes from”. Entonces, lo miré a los ojos y le dije: “the problem with people like you is that the minute we meet you, you declare us your enemy. Give me a chance. Hear me.” El problema de la gente como tú es que apenas nos conoce se declara enemiga nuestra. Dame una oportunidad. Escúchame.

No fue posible.

No sabes de donde vengo y menos adonde voy, no sabes quien soy, únicamente sabes que somos diferentes, que nuestras vidas son diferentes y por eso, solamente por eso quedamos al otro lado del puente. Soy del lado este del Guaire, soy caraqueña, soy escritora, soy profesora, soy un ser humano no más.

Sueño un mundo sin fronteras, un mundo de hombres para los hombres y posiblemente tú también.  

Los taxitas en Boston, en su mayoría haitianos, tampoco me dejaban hablar. No tengo mucho que decirles, “vayan a Venezuela”. No quiero convencer a nadie. Abran los ojos no más. Ábranlos bien. En Venezuela “los jardines también son de piedra”.    

Día 8

Empezó la temporada de Opera en el Brooklyn Music Hall, la policía resguarda las calles, enormes camiones se detienen y bajan equipos, utilería, vestuarios enteros. La temporada ha comenzado. Todo se hace en grande por estos lados, todo es para miles de personas. Me encanta la logística, como entran y salen, como mueven el tráfico, como acomodan las cosas.

De este lado del puente la gente no se nota apurada, caminan lento, caminan pocos, hay bastante carros. El estacionamiento cuesta 12 dólares la hora, en Manhatan he visto hasta 30.

Hay muchos carros viejos, algunos les cuesta mucho encenderse, los veo con el capot levantado, echando humo negro por el escape. No todos son ricos en Estados Unidos, no todos son pobres.

Limosneros hay, alargan la mano como en Caracas, a uno le parecen que son personas que viven en la calle, que la calle es residencia. En una esquina vi a una mujer tratando de convencer a un indigente que debía abandonar ese oficio, era amable y a la vez fuerte, le insistía en que la acompañase. Luego supe que ese era su trabajo, recoger a los indigentes de la calle.

El verano indio aún no termina, apenas hace frío, cómo será durante el invierno, cómo sobrevivirá ese hombre. A unas cuadras hay una soupkitchen, un lugar donde le dan de comer a los más pobres, las iglesias también invitan a los que no pueden pagarse una comida o distribuyen ropa. La pobreza sigue siendo un terrible mal.

Escribo estas cosas e inmediatamente sueno a izquierda, si tan sólo fuese verdad, si en los países comunistas la comida y la vivienda fuera prioridad, si no desfilaran tantas armas, si no sembraran los campos de metales. No soy de izquierda porque también he conocido las calles de aquel lado.

Necesitamos una nueva economía mundial, una economía de trabajo, digna y de respeto.

Hoy he visto esas cosas, he reflexionado y pensado.  También me he paseado por una nueva comunidad, la árabe, sus tiendas huelen a esencias e inciensos. Venden aceites, colonias, batolas, sandalias, pistachos, hierbas. Lo que más me sorprendió fue la manera en que venden la mantequilla, amarilla intensa pero gruesa como un betún, tienen como una bola enorme parecida a un kebba. A mí no me pareció nada higiénico y es que aquí el higiene es muy relativo. Caminando por la acera hay que tener cuidado con lo que uno pisa, las personas le estornudan a uno encima sin pedir excusas, hay orines y otras cosas. Así es en casi todo Nueva York.

Hay un contraste tan grande, de una calle a la siguiente, de una avenida a la otra, de un puente al otro puente. Creo que Caracas es hija de Nueva York. Creo que hemos copiado muchas de sus cosas, de sus malas cosas, porque no aprendimos otras, no aprendimos a hacer comunidad.

Para muchos escritores está ciudad ha sido una bestia despierta, devoradora y cruel, para otros como Whitman territorio de hombres. Comienzo a entenderlo, su amor por el hombre, por la lucha del hombre, por la dignidad y el respeto del hombre, el trabajo del hombre. Nueva York es duro y cruel, Nueva York es sublime y grandioso. Hay mendigos pero también hay gente trabajadora, hay ladrones y asesinos pero también hay mucha gente buena que lucha por el cambio, hay mucha basura tirada en el piso pero también hay muchos pipotes para reciclar.      

Aquí llegaron buscando un futuro los holandeses, los irlandeses, los polacos, los italianos, los árabes, los chinos, los judíos, los puertoricans, los africanos, los chicanos, los rusos y finalmente los venezolanos, aja se lo creyeron, ya se imaginaban por el barrio de las arepas, del jóropo y del bochiche.

 

Día 9

La noche se despide con los cantos musulmanes, es el mes del Ramadan. En target me he topado con una mujer usando una burka negra, toda tapada, sólo se le veían los ojos, me habló en perfecto español, era dominicana. Transculturización. Nos contaminamos los unos con los otros, allí nace el miedo, miedo a cambiar tanto que no podamos reconocernos.

Un muchacho comía papas fritas con salsa agridulce, otro una mazorca con queso parmesano. Son kebbas, hotdogs, wraps, hamburguesas, pizzas, sushi, langostas, cangrejos, patillas, mangos, mamones ¡ los vendedores ambulantes tienen mamones! En una sola calle los restaurantes son de comida china, turca, mexicana, sureña, inglesa, española, cubana, africana, italiana, polaca. Sin embargo, los matrimonios mixtos como el de Emma son extraños, los amigos son todos del mismo barrio y muy pocos saldrán de allí a pasearse por el otro lado del puente.  

 

Esta mañana me escribieron que no hay que viajar tanto para encontrar ese muro de distancia, es verdad en Caracas hemos levantado barricadas, no nos damos cuenta pero las tenemos. En Caracas hay dos mundos colindando, como cuando tenía el apartamento en la Pirámide y de este lado el Avila y del otro el barrio Santa Cruz. Por las noches el barrio parecía lleno de estrellas y en el día se veía la basura desbordando los containers. Dos realidades opuestas, tan cercanas, tan lejanas. No hay que viajar mucho para entender las injusticias del mundo, sólo basta poner más atención.

 

Saint Exupery decía en “Tierra de hombres” que él no le tenía miedo a la pobreza porque el hombre ha vivido en la pobreza por siempre, que él le tenía miedo a los hombres que asesinaban el espíritu de los niños, al pequeño Mozart.

 

¿Cómo haremos para salvar a ese pequeño?

 

Tal vez ser como Emma y ponernos por las tardes a enseñarles a tocar el piano.

Día 10

La Fayette es una avenida que conecta este barrio con el centro de Brooklyn, hay tiendas baratonas y la mayor oferta de billetes de lotería que haya visto jamás. Los cartones muchas veces cubren el piso porque muchos sueñan escapar de sus deudas, de sus precariedades, de sus carritos del mercado casi vacíos. Este barrio era hace años otro “blackhole”, el hueco de los negros, porque a los negros se les veía como a ratas, hacinados, condenados. Tuvieron que pasar casi quinientos años, casi quinientos años para que los europeos entendieran la crueldad, la injusticia, la maldad de los latigazos, de los barcos cargados de mano de obra explotada.

Hay amigos que me escriben que me cuide, me preguntan como llegue aquí, porqué llegué aquí, creo que Dios me trajo, así hace las cosas, El Señor nos lleva de viaje.

Soy una extraña entre los extraños, regreso  al apartamento antes de la oscuridad porque aún tengo miedo por las noches, aún me asustan las personas cuando escucho sus pasos detrás de mí en una calle solitaria. Sufro del mal de una mala experiencia, sufro de una esquina oscura en París donde me asaltaron, sufro de Caracas en donde me apuntaron con una pistola, sufro de miedo, miedo a los otros, miedo a la pobreza porque quizás nunca he sido pobre, porque a pesar de que no siempre alcanza muchas veces sobra y en la mesa, en mi mesa, hay comida.

La Fayette es una avenida en la que murió un hombre hace días por un tiroteo entre la policía y las pandillas, los vecinos han llenado los postes con su fotografía pidiendo que no haya más armas en las calles de Brooklyn. Ayer leí que este año, las fábricas de balas no dan abasto, que se han agotado los inventarios.

En Caracas tenía un alumno que vio como asesinaban a su padre los policías, su padre era un malandro, pero era su padre, el muchacho lo quería. Venía a mi clase y me escribía: “Quiero ser una buena persona”, pero un día llegó con un puñado de balas, un día dejó de asistir, de escribir, de desear. Un día nos cerraron el salón y no hicimos más talleres.

Los que creen que son buenos deben entender que no somos lo suficientemente buenos, que no es cuestión de buenas intenciones, no es cuestión de simpatías, no es cuestión de bellos discursos, es cuestión de hacer más. No hay futuro si no forjamos el futuro, no hay mundo mejor si no lo hacemos. No me cansaré de repetirlo, no me cansaré de intentarlo, seguiré luchando por ese niño que quizás anda por los barrios del Hatillo cargando una pistola.

Muy bien por la ONU, por Obama, por el veto unánime a las bombas nucleares, pero Mr. President, no son las bombas nucleares la que están matando a nuestro niños, a nuestros hombre y mujeres, son los revólveres y las pistolas que aquí se compran a diario. Desde la ventana de un avión en la altura la vista es otra, camine por cualquier calle de cualquier ciudad…  

 Día 11

Las matitas de mi casa, pienso en las matitas de mi casa, solas en el balcón. ¿Ha llovido, no ha llovido? ¿Se habrán secado? Somos responsables de lo que “domesticamos” le dijo el zorro al Principito, de aquello que hacemos nuestro, somos responsables de los seres más indefensos que nosotros, de los que dependen de nosotros.

 

Hace dos días me acosté debajo de un enorme almendrón, en un parque inmenso, lleno de verde, lleno de personas, niñeras paseando a los niños, padres jugando con sus hijos, corredores preparándose para el maratón. Me hizo recordar a Chamonix, cuando Alejandro me invitó a dormir entre los pinos, respingados y altos, entre sus copas se paseaban las estrellas. Fue una noche especial. A mi hermano le gustan esas noches, él se empeña en ser naturaleza mientras yo soy ciudad.

 

Debajo de mi árbol se filtraba un rayito de luz mientras las hojas caían. Los árboles se han cubierto de canas, como los reflejos del cabello, mechones blancos, mechones amarillos. Los árboles, las flores, los frutos, el mundo vegetal es el más generoso, da, da y da, le quitamos y no se queja, vive para dar, espera que nos comamos sus frutos y sembremos sus semillas. Generoso, sencillo, generoso. 

 

Los días de sol están por irse, aún hace calor, me siento en el banco del jardín a ver los niños jugar en el recreo, camisetas amarillas corren por un gran patio de cemento enjaulado, juegan al quemado, los niños siempre se ríen, siempre olvidan, siempre esperan. El corazón de los niños también es generoso.

 

Ayer caminé hasta el barrio chino en búsqueda del encargo de Marisol, su bolsa de galletas de la fortuna, caminé entre tiendas y restaurantes chinos, vitrinas en las que se veían patos colgando, objetos chinos de todos los tamaños, baratijas, vestidos, abanicos, porcelanas, cajitas de té, camisas, pijamas, budas, bueyes, gatos, dragones. Olía a Gingibre, a fideos con cochino, con camarones, con carne, olía a hierbas, quizás así es el olor del Oriente. Una amiga china me decía en el colegio que “el problema de China es que había muchos Chinos. Apenas entras en el aeropuerto y te golpea, la cantidad de personas, las miles de personas, los millones de personas”. Nueva York es territorio de hombres, de millones de hombres y de alguna manera no se siente tan apretado, es como si hubiese espacio para cualquiera, como si está ciudad fuese una ciudad de hombres en tránsito.

 

Suenan sirenas, pasan ambulancias, carros de la policía y los bomberos. Suenan sirenas, suenan sirenas. Camino el barrio chino, Canal street de arriba abajo, qué difícil son los encargos, qué tarea. Bella, en el cuento le pidió a su padre le trajese sólo una flor, sonaba tan posible, tan sencillo y por esa flor, Bella conoció a Bestia. Los pedidos del corazón son los que cuestan más de cumplir. Finalmente di con una panadería, galletas y galletas, en un estante la bolsa enorme de las galletas de la suerte. Pide correctamente y se te concederá dice en la Biblia, Marisol sabe que pedir. La maleta poco a poco se va llenando para ella y para Alejandra, así son las tías.

 

Quiero contarles lo bello que es, lo hermoso, escribir y caminar, pasar puentes, sentarse en medio del puente, ver Manhatan, los edificios de Manhantan, por debajo el río, los taxis del río, los ferries del río, las barcazas del río.

 

“Los viajeros siempre vuelven”, me escribió Mary. Antes habrá que llenar la maleta, la maleta del alma, la que se hace observando: los colores de los edificios, grises, rojos, plateados, verdes y azules; los terrenos baldíos convertidos en huertos, ya maduran los tomates y las calabazas; la esquina en la que pusieron un gallinero, las gallinas picotean indiferentes a los que andamos;

los manifestantes  a su regreso  de la ONU con sus banderas y franelas con mensajes;     

los periodistas acampando frente a la Corte Suprema; el muchacho del correo que reparte las cartas usando guantes; los estudiantes que leen en las escaleras de la universidad; la plaza en donde almuerzo tomada por kioscos de vendedores de frutas. Melocotones, inmensos melocotones. Los cámbures separados porque se venden por unidad. Las manzanas, las granadas, las uvas, las naranjas. “Los viajeros siempre vuelven”. Regresan conociendo cosas nuevas, por ejemplo, para hacer las compras del mercado se sale con un carrito de mercado porque las cuadras son largas y no se puede andar cargando muchas bolsas. O quizás lo que realmente aprendemos es que somos afortunados aquellos a los que se nos espera, a los que se nos extraña, a los que no se nos olvida, que es maravilloso recorrer el mundo llevando consigo ese lugar del corazón, en donde se nos quiere y en donde queremos.

Así que amigos, en eso ando, por estos lados, feliz de haberle conseguido su flor a Marisol.

 

Feliz Cumpleaños, sobrina.   

Día 11

Querido Alejandro:

 

Son tiempos difíciles, acampan en todos lados, ocupan las calles de Brooklyn y se pasean por Manhatan. Son tiempos duros, las cosas no van a mejorar tan rápido, muy por el contrario estoy por creer que se van a complicar. Obama vendió el discurso de la esperanza, la esperanza es muy importante, la esperanza empuja, hace futuro. El desempleo es enorme, la falta de seguro médico, la falta de dentistas, de medicinas, de cosas básicas. La esperanza es en ocasiones lo único que se tiene. A las escuelas las están cerrando.  Lo que me preocupa es que no veo un plan, no veo como van a hacer para poner en movimiento a tanta gente que se está quedando atrás. Las diferencias siempre se han visto en Nueva York, ya tú y yo lo conocemos, es una ciudad en la que una parte vive majestuosamente, exuberantemente, mientras la otra parte vive para sobrevivir. Eso no es lo que me preocupa, es algo en el aire, el sistema está mal engranado, suenan muchos sus tuercas, no encaja. Por primera vez en muchos viajes veo como en la mayoría de los sitios no aceptan tarjetas de crédito, cash, sólo quieren cash y te estoy hablando de cadenas, no tiendicitas dad´s and mom´s. Algo pasa, las casas en remodelación se han quedado a medias, en el banco mientras esperaba al menos 10 personas luchaban por refinanciar sus casas y la mitad ya estaba declarado en bancarrota. No va a ser fácil, no va a ser pronto, no va a ser este año, porque Alex, empiezo a creer que Obama está lleno de muy buenas intenciones pero no tiene un plan.

He pensado mucho en ello, es necesario apostar fuerte a una nueva economía, esa economía verde de la que hablamos, esa economía que se separe del petróleo, que pueda generar una reestructuración del sistema. Pero no hay que creer tampoco en el mundo come flor, los movimientos ecologistas se quedan cortos, parecen hijos de los hippies, están condenados en sí mismos porque no tienen fuerza verdadera, como en Caracas, la oposición, demasiado yo, muy poco nosotros. Hay que ponernos en la tarea, hermano, es necesaria otra línea de pensamiento, otra vía de acción. Tenemos que enfocarnos en otra manera de vivir, totalmente nueva. Necesitamos reenfocar la modernidad, porque se nos está cayendo encima.

Quiero que tú también luches por tu destino, por el destino de tu familia, porque Alex eres un hombre hombre, soñador y realista, pensador y práctico, eres muchísimas cosas hermosas y yo te admiro mucho por eso, admiro tu fuerza para continuar. Yo creo en ti, siempre he creído en ti, en tu mundo, tu pequeño e inmenso mundo, no permitas que la vida te evite soñar, anda sueña en grande: “Vamos a cambiar el mundo”.

 

 Día 12

 

 

Llueve.

 

Día 13

 

Ayer fue la lluvia, porque durante los viajes también llueve, hay nevadas, pasan huracanes, en ocasiones temblores, caen rayos, se forman tornados. Mientras se viaja  también se cumplen tareas, se debe lavar la ropa e ir al mercado, se debe soportar el clima. Ayer fue la lluvia, como una regadera a baja presión. Hizo frío y yo me decía continuamente “Isabel, cuídate no vayas a agarrar un resfrío”. Es que ahora le tenemos mucho miedo a eso de las gripes, en la iglesia me cambiaba de puesto porque atrás tosían. Muchos tosen, tosen sin taparse la boca, tosen abiertamente y debemos cuidarnos mejor. Las campañas, mis campañas, como papá luchando porque los niños en Venezuela usasen zapato:. “ Petra, dile a los niños que se calcen porque allí viene el doctor.” 

Papá, era un héroe, para mí lo fue, se dedicaba a esas cosas, a  su esposa, a sus hijos, a su familia y a su país. Mi padre nunca fue perfecto y por eso lo admiro más, porque luchaba contra sí mismo, porque elegía levantarse e irse a trabajar, porque elegía por las tardes regresar a casa.

Las campañas, las campañas inevitablemente me recuerdan a papá. “Al mundo lo van a destruir” y él con calma me contestaba: “Y qué piensas hacer al respecto”. Eso me preguntaba, a ver qué estamos haciendo al respecto, muchos creemos que la única tarea es sentarnos a reflexionar. “Soy verde, soy muy verde”, ¿Qué tan verdes? El otro día en la plaza Cadman en el centro de Brooklyn llegaron los grupos ecologistas y montaron sus tiendas, al parecer en estos días a todos les ha dado por montar tiendas, repartir afiches, poner pancartas, salir por televisión. Así que un grupo enorme de personas gritaban por los megáfonos, hasta en árabe gritaba uno, pero yo veía, veía que en ese parque no había basureros para reciclar, las botellas de vidrio, las botellas de plástico, terminaban con la basura. Si nos la pasamos tan sólo gritando, diciéndonos lo maravilloso que somos, regodeándonos en nuestras buenas intenciones, no hacemos más que exhalar aire caliente, no somos más que aire caliente, lo diré una vez más EFECTIVIDAD. Necesitamos soluciones, el mundo necesita soluciones, basta con las buenas intenciones, basta con tanta carpa, marcha, protesta, reuniones de presidentes, que alguien ponga basureros para el reciclaje, que alguien recoja el basurero y que se use energía solar para la industria que lo va a reciclar. Hay que cambiarlo todo, pero todo todo.

 

“Recuerda a Roosevelt, quien pensaba que estar paralítico era su mayor problema, hasta que entendió que su mala suerte era lo que muchos querían tener, estar vivo.
Hay procesos políticos y económicos que necesitan tocar fondo para lograr enseñar que la vida es lo que cuenta y que el único camino es seguir. No es un asunto de Obama, es un asunto del pueblo Americano. Ya la esperanza no es suficiente, la gente quiere hacer algo, quiere que le digan por dónde empezar. Eso es lo que no veo. Seguimos pensando que lo importante es lo material, pero si recuerdas las enseñanzas de la crisis del ´28 hay que hacer que la gente se mueva, que crea en sí, que estudie, que construya, que luche. Por ahora, estamos condenados a enfrentar sólo lo que vemos, no lo que queremos y debemos ser. Sólo vemos el árbol de la crisis y no el bosque de oportunidades. El efecto de la crisis traerá el auge de dictadores, guerras, y penurias. No es únicamente un asunto de consumo.
Isabelita, lo único que debemos hacer es fijar un derrotero seguro. Las aguas tienen mar de fondo.  Transmite la voz. No se trata de política, hay que hablar de la humanidad y del futuro.

 

Las palabras de mi hermano Alejandro, se las envío a ustedes. Ya no sigamos como los artistas debajo del puente dibujando árboles marchitos, haciendo esculturas con los botellones de agua, exhibiendo a un hombre vestido de basura, mientras por las calles de Brooklyn se pasea un loco, que deambula desesperado, nos produce tanto miedo que uno se cruza la calle apenas puede. Ese loco me recordó a un hombre que me encontré una madrugada en medio de la autopista Francisco Fajardo, a la altura de la estatua de María Lionza, vestía una caja de cartón.

El arte, la escritura, la fotografía, el video, la pintura, la escultura, tienen que llenarse de mucha más fuerza, porque de lo contrario no cumplen su función principal, conmover el corazón de los hombres, elevarlo, engrandecerlo, cambiarlo. Nos estamos quedando muy cortos, demasiado cortos.

 

“Amigos,  ¿Qué hacemos? ¿O es pura pose?”

Me contestan luego, sinceramente.

Día 14

Esta tarde caminé a las orillas de un lago, tardé casi dos horas en llegar allí, hacía brisa, las hojas giraban por los aires, el parque estaba lleno de personas, grupos de niños corrían, los más pequeños jugaban en un rincón especialmente diseñado, los dueños paseaban a sus perros, los caminadores de perros paseaban perros, los ciclistas circulaban, los patos dormían con una pata levantada. Prospect park es una parque animado, construido por los mismos arquitectos de Central Park, con su zoológico, sus cabañas, sus miradores, sus botes de alquiler.

 

He caminado un promedio de diez kilómetros diarios, al final, como caminar de Caracas a Mérida, sería maravilloso caminar de Caracas a Mérida, pasar los pueblos de Aragua con sus ingenios de azúcar, comprar cebollas en San Mateo, comer cachapas en el campo de Carabobo, hacer leguas en los llanos y subir despacio el páramo. Un padre hizo ese recorrido a la inversa para pedir por su hijo secuestrado por las FARC, hasta hoy no había pensado en lo maravilloso de su esfuerzo, lo grandioso de su esfuerzo. Eso quizás es lo que somos los seres humanos, esfuerzo. Una y otra vez subimos la misma piedra, sin arrepentimientos, la piedra es la tarea. Sísifo sabía en su corazón que había hecho trampa a los dioses, porque en el Hades era la única alma con una misión.  

 

Marysabel me escribió en la mañana, a ella le ha ido mal, enterró a su madre y a su esposo la misma semana hace unos meses. En su email me ponía que ella hubiese querido sumarse a mi búsqueda: “entender al ser humano”. No se me había ocurrido que de alguna manera mis crónicas tratan de eso, tratan de una ciudad y de sus hombres, tratan de una viajera en medio de los hombres, de mis miedos, de mis encuentros, de mis alegrías, de mis tristezas, en medio de calles, puentes, edificios, parques, lagos, ríos. Y a la vez trata de ustedes, los que me escriben y me hacen pensar, me hacen escribir, me hacen conectarme. Probablemente eso es lo que hacemos los hombres conectarnos, conectarnos al otro, ver por una ventanita el alma.

 

“En esta momento de mi vida, la verdad que no tengo fuerzas para nada. Sólo voy viviendo cada día. Lo importante es estar vivo... Pero, a veces, con las adversidades y los años galopando uno se pregunta si es una suerte estar o no vivo... Los que nos quedamos, tenemos que reagrupar el deseo de lucha , que quizás es el mismo deseo de vida, para poder encontrar la serenidad y la paz que nos permita ver belleza en el canto de un pajarito o en las hojas de colores del otoño.”

 

Que estuviese vivo su hijo era lo único que quería ese padre, por ello luchó, caminó, suplicó, pidió. Estar vivos es lo único que tenemos. Las cosas cambian con el paisaje, cambian a la siguiente cuadra. Uno se lleva. Hay días, lo dijo un poeta, hay días que uno se cansa de ser hombre, de ser ciudad, de ser mundo, hay días que uno es lluvia, hay días que uno es niebla, hay días que uno es túnel y días que uno es sol. Los hombres de la colmena, sufrimos, padecemos, nos arrastramos, agonizamos. Los hombres de la colmena, reímos, queremos, amamos. Oscuridad y luz, mientras respiramos. Lo importante es estar vivos, el final no es la historia, ni siquiera el primer llanto es la historia, la historia son los días y las noches.

 

“Cada esquina de Nueva York está viva, me dijo una amiga, si uno está atento siempre pasa algo y no se desperdicia un segundo”. Cada esquina, un segundo. Deberíamos vivir así, vivos.

 

Conocí a un ermitaño en Roscenvalles que en cuarenta años no salió de su cueva, “por aquí pasó el amor, por aquí pasó la alegría, por aquí pasó la tristeza”.Era un hombre que lo había visto todo, que lo sabía todo.

 

El Universo, el átomo.

 

Despertar, ser, dormir. Despertar, ser, dormir. Despertar, ser, dormir. Vivir como único recurso, vivir. 

Día 15

Ahora sí, ya voy entendiendo como es la cosa, la entrada para el metro que me toca para ir a Manhatan está justo debajo del “chicken store”, así me lo señaló la policía que amablemente me escoltó a la escalera. El subway cuesta dos dólares y veintiocho centavos una ida, hay que tener a la mano el sencillo, las monedas, los billetes o las tarjetas de crédito porque detrás de uno siempre hay alguien en la cola. Con ese ticket uno puede ir a todos lados. Por lo general, me montó en el primer tren que pasa vía Manhatan y entonces empiezo a rogar para que se detenga en alguna calle conocida. Que me suene conocida. Suelo salir en Broadway, el problema con Broadway es que da saltos, se aparece y se desaparece, uno anda muy tranquilo y zas, ya no sigue en Broadway, ha entrado a la Quinta Avenida o caramba, en la Sexta, aparece, desaparece. Al principio me angustiaba, ahora sigo, sigo hasta encontrarla de vuelta. Me encanta esa avenida, en una parte se divide justo frente a un edificio en forma de triángulo, se imaginan los que trabajan al final del triangulo, lo angosto de sus oficinas, lo que les digo es serio, ese edificio se llama Flatiron building, es fenomenal.

Poco a poco voy entendiendo, cualquiera que vive en Nueva York, es alguien en su esquina, porque aquí cada dueño de un espacio es un conquistador. El vendedor de frutas, el vendedor de perros calientes, el vendedor de garrapiñadas, el vendedor de pretzels, el vendedor de kebbas. El que ha logrado su espacio, ese es el conquistador. Cada quien monta y diseña su botica a su manera, unos elegantemente, otros como un revoltijo, buen gusto, mal gusto, cero gusto, a nadie le interesa, ese es asunto de cada quien, eso es la esencia de New York, cada quien a su real antojo, como si fuera dueño de esa esquina, de ese parque, de esa avenida tan señorial.

La ocupación de un muchacho es abrir las puertas de un restaurante, él lo hace sin que nadie se lo pida, ni siquiera la gente del restaurante, al salir martilla el cambio, ese muchacho me recordó al que anda en la panadería Río de Oro, que un buen día se puso a dirigir el tráfico y después se compró una chaqueta fosforescente e hizo de eso su oficio. El podría vivir en Nueva York, porque sabe que hay que hacerse de un lugar. Los banqueros conquistaron Wall Street y el Financial District, los artistas la calle 42, las grandes tiendas la quinta avenida, los chinos su barrio, los italianos Mublerry street y sigue así. Aquí todos vienen a conquistar sus metros, pocos o grandes metros.

De lo super al mamarracho, todo vale. Tomemos, por ejemplo, las peluquerías, las hay de todos tipos, muy modernas, muy antiguas, para blancos, para negros, para árabes, para latinos, para chinos. Igual sucede con las tintorerías, con los restaurantes, con las tiendas, con las librerías.

Entré a un supermercado tan grande que hasta un pájaro vivía en él, imaginó que se había metido a escondidas y ahí volaba sobre nuestras cabezas, ese pájaro también sabía que la tarea era hacerse de su propio espacio y eso creo que hace el gato que cada noche merodea por mi pequeño jardín. Los perros si están muy controlados, no hay perros callejeros, todos tienen dueños, correas y bozales, por ley deben recoger sus excrementos, aunque he visto a muchos que se hacían los locos y los ponían sobre las rejillas de ventilación del metro.

Las calles no son uniformes, tengo la impresión que en Nueva York siempre reparan algo, siempre hay una tubería rota, un escape de gas, un edificio en remodelación. Andamios, escaleras, contratistas, andamios, escaleras y contratistas. Por supersticiosa nunca paso debajo de una escalera así que merodeo de un lado al otro, de esta acera a la otra, zigzagueando.

Se camina rápido en Nueva York, se camina sabroso en New York, todos parecieran saber adonde van y uno fluye con los demás, uno es río, atraviesa los semáforos y a veces ni se fija en verde, porque todos pasan y suenan las cornetas y los taxistas gritan por las ventanas de sus vehículos amarillos. Yo me fijo, no me fió, porque he visto accidentes en esta ciudad, el otro día fue un ciclista que se llevó por delante a una muchacha, fue más fuerte de lo que hubiese imaginado, porque no pensaba que una bicicleta pudiese causar tantas heridas. Bajo un farol pusieron una bicicleta blanca llena de flores amarrada con una cadena, allí murió una muchacha atropellada por un carro. Y es que hay muchos ciclistas, también carritos empujados por ciclistas para transportar a los turistas y en Central park, los carruajes y los caballos, todo en medio de una hemorragia de carros. New York se mueve, arriba, abajo, al este, al oeste, se mueve, en un extraño engranaje, unos van y otros vienen, como el vagón del metro, frena de golpe y acelera, uno se sujeta bien para no caerse, para evitar el vértigo, pero ya está uno intoxicado, pa´ arriba, pa´ bajo.

Los escritores también tenemos nuestro nicho, los cafés en los que leemos poesía, llegamos con nuestra cara pos moderna, pos sistema, nos sentamos y como hijos de la generación Beat leemos, leemos, en cualquier idioma, quien entenderá, quien sabe, la poesía es la poesía.

En las galerías he disfrutado mucho, empezando por una amiga que se vino desde la Patagonía para hacer su primera exposición por estos lares y dormía en una camita de campaña entre los cuadros. La cuestión es conquistar, lo demás son detalles. Ser valientes como los ciegos que andan por la ciudad, que cruzan los semáforos y yo ni sé como, porque aquí los semáforos no son como en Europa que suenan para advertir a los ciegos que deben pasar, aquí los ciegos cruzan a la buena de Dios y hay muchos ciegos, se los aseguro, con sus bastones. En una plaza vi una estatua para un perro guía, pero hasta hoy no he visto un ciego con su perro, todos andan como Tiresias adivinando cuando cruzar. Hay gente buena que se preocupa y los ayuda, hay indiferente que sigue, hay quien ni se fija.

El Rockfeller center sigue siendo señorial, con sus matitas de flores, con sus tiendas y restaurantes, con su enorme Atlas, con sus porteros elegantes que lo invitan a uno a pasar. Ese era el Nueva York que encantaba a mi mamá, ese, y Bloomidales o Macys, dos tiendas por departamentos, como diez pisos, miles de vestidos, de pantalones, de trajes, de medias, de ropa interior, de bisutería, de carteras, miles y miles de cosas. Todo en Nueva York termina siendo una interminable enumeración. En  esas grandes tiendas, en esas inmensas avenidas uno se siente dueño del mundo, se siente como alguien que ha venido de muy abajo y finalmente ha llegado muy arriba. Claro que es pura ilusión, pero que fantástica ilusión. Porque el mayor secreto que aquí guardan todos es que sueñan, todos sueñan y mantienen la esperanza de un día subir, para así mirar  desde muy alto. El sueño americano, la locura americana. Nueva York es la ciudad de los conquistadores, unos metros, muchos metros, no importa en realidad.

 

 Día 16

 

“Es como si te hubieras muerto y estuvieras en un túnel y hubiese mucha gente”. Esas fueron las palabras de Liliana, la primera vez que cruzamos el punte de Williamburg. Acostumbrada a San Diego, a su casa inmensa, de arquitectura moderna, piscina y jardín, para ella New York carecía de sentido. “¿Por qué la gente paga tanto para vivir en un lugar así?”