Desde Thira
Bueno, esta mañana amaneció muy bonito y me fui a Atraki, una ciudad antigua, la excavaron y la cubrieron, algo parecido a los soldados de terracota, pero apartando las comparaciones que nada que ver. No es una ciudad llamativa como en el caso de Pompeya, también quedó atrapada cuando explotó el volcán, algo que sería bestial puesto que se dividió la isla en tres partes y surgió esa caldera espectacular que se llenó de agua y adonde entran los barcos. Fui con los koreanos que pululan y la verdad que son muy frescos y simpáticos, caminamos a la playa roja, que es un lugar de rocas volcanicas rojas, hay otra de rocas negras, como carbón pero rocas, rocas, un mar embravecido muy romántico y ganas de llover. Nos regresamos a la parada y nada que llegaba el bus, los koreanos a punto de perder el avión y yo me invento ir a preguntar al museo cuando pasa el autobus y me deja, porque aquí es así. En medio de la nada, solo un café abierto y el guardia del museo, imagino que eventualmente conseguiría un taxi, pero la tarde ya llenándose de lluvia y todo tenía aspecto de metida de pata, cuando la última pareja que estaba en el museo, que manejaba un carrito chiquitico, de esos que dice Marisol que son los más pequeños del mundo, se apiada de mí y la sra se ha sentado atrás con las maletas y me han traido hasta la puerta del hotel, justo empezaba a llover torrencialmente cuando me dejaron. Una pareja de australianos bellisima y tan dulce, él abogado y ella enfermera, venían de recorrer Turquía. Se conocían toda la historia griega, romana, los libros de García Marquez y disfrutamos recordar juntos "El amor en Tiempos de Colera", la parte donde finalmente se quedan juntos y Florentino no ve que su gran amor es solamente una mujer avengentada, la ve como desde el día que se enamoró. Y el austarliano me dijo: "Eso es amar..."